A propósito del acuerdo parlamentario “la oposición avanza
hacia una mejor coordinación”.
“Es
necesario reaccionar enérgicamente
contra el pesimismo de algunos grupos de
nuestro partido,
aun de los más responsables y calificados.
Eso representa en
este momento,
el más grave peligro, en la nueva situación
que se está formando
en nuestro país…”.
Antonio Gramsci.
Un sector importante de parlamentarios del Frente Amplio (FA) ha firmado un acuerdo de oposición con los partidos de la ex Nueva Mayoría (exNM). Se han restado, por un lado, la bancada parlamentaria del Partido Humanista, y por otro, el Partido Igualdad (así como otros partidos del FA que no tienen representación parlamentaria), que ha manifestado su rechazo. El acuerdo plantea una “coordinación” en torno a la actividad de oposición al gobierno, especialmente en las siguientes materias: reforma al sistema de pensiones propuesta por el Gobierno; impedir que en materia tributaria se lleven adelante modificaciones que reduzcan los recursos indispensables del Estado para abordar necesidades sociales; no aceptar ningún retroceso a la Ley de Inclusión, que devuelva la segregación en educación; construir acuerdos mínimos frente a la agenda laboral; ejercer nuestra mayoría parlamentaria para que el Congreso abra espacios institucionales de diálogo con los Pueblos Indígenas; responder al populismo y demagogia legislativa del Gobierno; legislar a favor del combate a la delincuencia, con medidas integrales y efectivas; y poyar aquellas iniciativas que busquen una verdadera descentralización del Estado.
En términos
generales, bien podríamos estar de acuerdo con el hecho de que la oposición
debe estar coordinada, sobre todo ante un gobierno que además de enarbolar las
banderas propias de la derecha como son la privatización, la financiación de la
economía y restricción de derechos sociales,
se agregan una serie de políticas reaccionarias y conservadoras en
materias de género, infancia, política internacional y pueblos indígenas. Sin
embargo, realizar un acuerdo de coordinación sin ningún compromiso (como
proponía el Partido Humanista como requerimiento) con partidos políticos que
sólo el año pasado apoyaron a más del 90% de las propuestas legislativas del
gobierno de Sebastián Piñera, como la Democracia Cristiana (DC) y el Partido
Radical (PR), sino que durante décadas gobernaron Chile bajo la bandera del
proyecto neoliberal, privatizador y de financiación de la economía, y con una
política internacional pronorteamericana y hostil a los pueblos indígenas (como
fueron los gobiernos de Frei, Lagos y Bachelet), nos parece totalmente
utilitarista, cortoplacista y desesperanzada... A lo que se agrega el hecho de
que no sabemos qué compromisos a espaldas de la ciudadanía se acordaron para
que partidos como la DC y el PPD hayan estado dispuestos a firmar; además del
hecho de que esta “coordinación” sirve a la exNM para impulsar su política de
“todos contra la derecha”, único salvavidas disponible para contener su
resquebrajamiento como coalición que otrora fue hegemónica.
Por si fuera poco,
veinticuatro horas después de la firma del acuerdo de coordinación, tres
parlamentarios de la DC señalan haberse informado por la prensa, no reconocen
validez al documento y lo limitan a un acuerdo de “jefes de bancada”.
En la presente
columna, no ahondaremos en el acuerdo de coordinación de la llamada oposición,
puesto que este es sólo expresión o síntoma de algo que afecta profundamente al
FA: la falta de proyecto histórico, que no sólo se encuentra ausente en cuanto
a las ideas y utopía, sino en la organización misma. Síntoma también ha sido la
parlamentarización de la política del FA, puesto que no ha sido capaz de
generar arraigo territorial y vínculos sociales, ni siquiera dialogo con sus
bases, por lo que este acuerdo era desconocido para los activistas e inscrita e
inscritos en el FA, y como nos hemos enterado ahora, también para el resto de parlamentarios…
Ante estas enormes
limitaciones (falta de proyecto histórico y ausencia de vínculos sociales)
voces de desesperanza que se ocultan bajo un manto de pragmatismo han podido
imponer sus tácticas de “gobernabilidad”, que implican acuerdos con la exNM no
sólo en el parlamento, sino para las próximas elecciones municipales (2020) e
incluso nacionales (2021).
En la coyuntura del
Congreso Orgánico del FA (abril-agosto), se hace necesario abordar y poner en
camino las soluciones a los problemas de proyecto histórico, orgánica y
vínculos sociales. Hay que ir más allá del parlamento y las instituciones.
Debemos generar arraigo en la sociedad civil, movilizar la base social del FA, rearticular
el tejido social y ciudadanizar la participación y decisión política.
¿OPOSICIÓN ANTINEOLIBERAL JUNTO A LA EX NUEVA
MAYORÍA?
Sin duda el acuerdo
de coordinación parlamentaria iba a ser conflictivo, especialmente ante la
ausencia de un documento de compromiso como el propuesto por el Partido
Humanista (PH), a diferencia del acuerdo de “disposición” organizado por
Revolución Democrática (RD) y finalmente instituido. Pero nunca nos hubiésemos
imaginado que veinticuatro horas después ya sería desmentido por parlamentarios DC.
Existió ya una
negociación política parlamentaria para el año 2018 y partidos como la DC y el
PR no tuvieron ningún apremio por cumplirlo, todo lo contrario, esquivaron
sistemáticamente los compromisos y apoyaron más del 90% de las leyes del
gobierno de Piñera. Pero, como dijimos, el principal problema no radica en que
la coordinación vaya a ser conflictiva, sino más bien en el riesgo de que el FA
termine por desdibujarse en la oposición junto a la exNM, cayendo así en el
sonsonete del “todos contra la derecha”.
La actual política
de la exNM consiste en contener su resquebrajamiento. Son, hoy por hoy, una
coalición zombi. ¿O acaso han dado señal de haber cambiado su política
neoliberal? ¿Si quiera han hecho un recambio generacional de sus principales
caudillos y operadores políticos? Esto, además, está completamente implicado
con una concepción electoralista e institucional de la política: “todos contra
la derecha” no va más allá de una consigna electoral en vista a las elecciones
municipales de 2020 y mantener así sus atalayas de poder en los gobiernos
locales.
Si esto llega a
ocurrir, y el acuerdo de coordinación parlamentaria es un preludio a un acuerdo
electoral, al que también RD ha manifestado su disposición, lo que sucederá es
que la votación del FA recaerá en las candidaturas “de siempre” de la exNM y el
enorme número de abstención de chilenas y chilenos persistirá... Como si esto
fuera poco, lo mismo que ocurrió con el llamado (también por parte de RD) a
votar en segunda vuelta por Alejandro Guillier, los votos entre el FA y la exNM
no son suficientes. Si el FA hubiese llamado a votar por el candidato Guillier
(cuestión que no pasó, por votación de las bases del FA) hubiese cavado su
propia tumba antes, incluso, de nacer, puesto que de todos modos Piñera hubiese
salido electo.
¿Podríamos
encontrarnos en una situación distinta a la segunda vuelta de 2017? No, para
las elecciones municipales; y muy probablemente tampoco, al menos que haya una
crisis de gobierno sustantiva, para las nacionales de 2021.
Como ya dijimos,
ante las enormes limitaciones de proyecto político, orgánicas y de vínculos
sociales del FA, se están imponiendo voces de desesperanza que se ocultan bajo
un manto de pragmatismo, en miras de aplicar tácticas de “gobernabilidad”, que
implican acuerdos con la exNM. Por el contrario, el FA debiese centrarse en
aprovechar la coyuntura del Congreso Orgánico para profundizar vínculos
sociales, mejorar orgánicamente como coalición y delinear una política de
mediano y largo plazo.
El FA irrumpió en
la política nacional como una tercera fuerza, contraria al duopolio. Pero su
existencia no implica la desaparición del duopolio. Y la única manera de
derrotar al monstruo neoliberal de dos cabezas es ampliando las votaciones del
FA, generando más arraigo territorial y asumiendo gobiernos locales.
Convertirnos en tercera fuerza o desdibujarnos con la exNM hará la diferencia
entre agruparnos en la colina o caer al barranco.
Y es que existen
profundas diferencias entre el FA y la exNM, diferencias de fondo y de forma.
¿Cómo entablar una alianza, aunque sea electoral, con una coalición zombi que
no tiene un proyecto distinto al saneamiento de los resquebrajamientos del
sistema neoliberal y con enormes implicaciones en la trama político-empresarial?
La exNM sabe que sólo revivirá mejorando su rendimiento electoral en los
gobiernos locales y hacer primarias en conjunto a la oposición para las
elecciones presidenciales.
Además, las décadas
de gobernanza neoliberal de la Concertación y exNM y su incapacidad de hacer un recambio a sus
caudillos y operadores políticos, chocan con el programa, los principios y el
proyecto del FA. Lo mismo sucede con la enorme frustración de las aspiraciones de la mayoría social que creyó
que con el gobierno de Bachelet algunas cosas cambiarían. Las personas no
esperaban demasiado, sólo las promesas de campaña que, cuando no se
desmoronaron en vacilaciones y retractaciones, hoy son fácilmente mutiladas por
el gobierno de Piñera.
Por otra parte, los
límites de la exNM son claros: alineación con la política exterior
norteamericana, tanto económica (Ricardo Lagos hijo apoyando el TTP) como de
intervención imperialista (Ricardo Lagos padre apoyando a Guaidó en Venezuela);
aceptación del sistema neoliberal y de la Constitución de 1980, sin desmedro de
que promuevan un saneamiento al resquebrajamiento actual del sistema con el
objetivo de asegurar la gobernabilidad; no sólo defensa, sino implicación en la
trama con el gran empresariado explotador de los bienes naturales, antisindical
y oligopólico; complicidad con los poderes facticos, los medios de comunicación
y las fuerzas armadas; y por último, implicados en casos de corrupción y uso de
los bienes públicos con intereses particulares.
¿Alguien cree, por
ejemplo, que se puede solucionar la cuestión del pueblo mapuche sin reformar la
Constitución? Por no hablar de la corrupción o de las garantías de los derechos
sociales. ¿Está dispuesta la DC a un cambio constitucional sustantivo, es
decir, al inicio de un proceso constituyente?
¿Cuál es la posibilidad
de un programa común entre toda la oposición? Por lo demás, tampoco es de
interés de la exNM tal acuerdo; sólo tienen como objetivo una táctica
electoral: “todos contra la derecha” y movilizar así el voto a los mismos de
siempre. ¿Habría un programa común, ministros y ministras de ambas formaciones
y una mayoría parlamentaria que lo sostuviera? ¿Reuniendo por ejemplo a Boric
con Lagos Weber, a Jiles con Inzulza, a Hirsch con Peñailillo, a Bea Sánchez
con Soledad Alvear? Y las mismas disonancias de nombres podemos encontrar en
los gobiernos locales, con caudillos y operadores políticos comunales de la exNM…
Si algo hemos aprendido en este nuevo periodo parlamentario con un gobierno de
derecha, es que las diferencias programáticas entre la exNM y el FA son
sustantivas, especialmente con la DC y el PR y que el PS y el PPD no están
dispuestos a cambiar a sus operadores políticos ni impulsar un recambio
generacional.
Pero quizá estos
elementos de principios no sean suficientes para los pragmáticos al interior
del FA, quienes han renunciado a la caracterización del duopolio como el
monstruo neoliberal de dos cabezas y han caído en la desesperanza. A ellos habrá
que decirles algo más, y es: que tampoco en términos de rendimiento electoral
dicha táctica sirve o alcanza para ganar a la derecha, ni en las municipales ni
en las elecciones nacionales.
No compartamos el
pesimismo en torno a la capacidad del FA para ser una tercera fuerza ni la idea
de incapacidad electoral. Sin duda hay muchas limitaciones y desafíos, pero por
lo mismo necesitamos creatividad, iniciativa política, vínculos sociales y una
dirección política capaz de articular la coalición política con los movimientos
sociales y la institución con la sociedad civil. El gran desafío es conectar
con los anhelos y necesidades de la gente. Y el Congreso Orgánico del FA es una
instancia que propicia ese diálogo y la generación de base social.
Necesitamos una
tercera fuerza con un proyecto de país, deseable y asumible por una gran
mayoría social, que dispute la hegemonía a una coalición zombi sin proyecto como
la exNM que lo único que defiende es el mal menor, y dispute el sentido común y
el bien público a una derecha conservadora y reaccionaria.
Diferencias
internas, incapacidades comunicacionales, personalismos y la parlamentarización
de 2018, han detenido el impulso con el que el FA enfrentó las elecciones de
2017. El desafío ya no es sólo electoral, requerimos organizar al FA y dotarlo
de un proyecto. Hay mucha gente joven en el FA, con ganas, ideas y conocimiento
y también una generación mayor que no se rindió al neoliberalismo de la
Concertación y se quedó junto al pueblo. Pero nos faltan aún muchos lazos y
alianzas sociales, aunque existe el espacio para construirlas.
Hay que seguir
manteniendo la esperanza en una tercera fuerza, con ideas, principios y también
con pragmatismo, pero no ese pragmatismo desesperanzado que hoy un sector del
FA está queriendo imponer. Aún hay disponibilidad para cambiar las cosas,
asumir responsabilidades y hacer frente a las dos derechas articuladas con las
tramas de los poderes facticos y la corrupción.
El Congreso
Orgánico debe ser la instancia para un nuevo impulso. Pero ese impulso no debe
situarnos en la instauración de acuerdos electorales, sino en el campo de las
mayorías sociales y en un proyecto político que abra la posibilidad de un
cambio real en Chile.
PARA UN PROYECTO HISTÓRICO POSNEOLIBERAL.
El FA cuenta hoy
con principios, cinco principios que nos configuran como coalición. Pero carece
de un proyecto histórico. Los principios zanjan una distancia respecto a la
trama entre política y poderes fácticos, política y negocio, corrupción y falta
de probidad. Esto permite diferenciarnos de las dos derechas neoliberales en
Chile, que promueven privatización de los derechos sociales y financiación de
la economía, explotación de los bienes naturales, desposesión y endeudamiento
de las grandes mayorías sociales, se aferran a la Constitución y al régimen de
1980 y a una política global comandada por Estados Unidos.
Sin embargo, no
sólo bastan principios. Aún se requieren por lo menos tres elementos más. Uno
de ellos es una táctica flexible y la capacidad pragmática de aprovechar las
ventanas de oportunidades que permiten las elecciones, el congreso y los
gobiernos locales. Si algo diferencia al FA de la izquierda testimonial
chilena, es que ha sido capaz de generar esa flexibilidad en sus tácticas. Otro
elemento es una organización. El FA como coalición política es un primer gran
paso, pero que aún requiere de muchos más vínculos sociales y base de
militantes, activistas, votantes y coordinación interna.
Por último, el
cuarto elemento es el del proyecto histórico de transformación de la sociedad,
fundamentos que hagan sentido a las mayorías sociales, que interpreten sus
necesidades y anhelos, que generen compromisos e impulsen la participación
ciudadana y la movilización social.
Este proyecto
histórico debe ser una síntesis entre utopía y realismo, porque si se genera
una asimetría entre estos dos elementos, la posibilidad de repetir proyectos
frustrados o falsarios emerge. Es cierto que entre utopía y realismo puede
haber contradicciones. Pero un movimiento de transformación social y con una
política de mayorías debe asumir esas contradicciones.
Nuestra utopía
debe ser la emancipación humana (de mujeres, pueblos indígenas y clase trabajadora), la autoorganización
(municipalismo, sindicalismo y comunitarismo) y la construcción de un proyecto
alternativo de Estado, economía y sociedad… Debemos organizar nuestra
alternativa y entender la utopía como algo que se construye en la cotidianidad,
en concreto y en colectivo.
La utopía debe
ser concreta y expresarse en la cotidianidad. Debe, además, cabalgar las
contradicciones con realismo. Sobre todo hoy que el conservadurismo y los
proyectos políticos reaccionarios están avanzando, en algunos casos en
silencio, en otros con escándalo. Con chovinismo, más represión, discriminación,
individualismo y machismo, sectores de la sociedad chilena están reaccionando a
la inseguridad, a la diversidad y al malestar social.
El imaginario de
muchas chilenas y chilenos sigue constituido por individualismo, consumismo y
hegemonía empresarial. Sin embargo, el endeudamiento, el malestar, la soledad,
la falta de derechos sociales, la desigualdad y la desposesión, han
resquebrajado el consenso neoliberal y han abierto una ventana de oportunidades
para la construcción de alternativa. Pero esa alternativa no está
predeterminada. Bien puede venir y constituirse por fuerzas e ideas
progresistas y democráticas, o por fuerzas conservadoras, reaccionarias y
autoritarias.
La tarea de
articular utopía con realismo tiene un nombre: proyecto posneoliberal, que profundice
y multiplique los derechos sociales, la protección a los bienes naturales, el
reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, igualdad entre hombres,
mujeres y la diversidad sexual; derechos laborales y sindicales, generar pleno
empleo y reducir la jornada laboral, combatir la desigualdad salarial,
democratizar los medios de comunicación, impulsar políticas anticorrupción y de
probidad, soberanía nacional y también comunitaria, una mayor integración y
complementariedad con nuestra región; la creación de un Estado
plurinacional; un Estado que resguarde
las libertades pero también que sea activo en la protección de las personas y
comunidades, que no esté sometido al mercado autorregulado sino que promueva
iniciativas económicas cooperativas, comunitarias y de pequeñas y medianas
empresas; un Estado que distribuya la riqueza y el poder, regule el mercado y
planifique el desarrollo de la sociedad y la economía al servicio de la gente
en su conjunto, dando, por supuesto, espacio a las iniciativas privadas, pero a
la vez entendiendo que hay elementos que no deben ser parte del mercado, como
las jubilaciones, la salud, la educación, los bienes naturales no renovables,
el transporte público y la vivienda; una democracia que no sea una serie de
procedimientos o un simple sistema político, dirigido por una elite;
necesitamos una democracia social, que articule instituciones públicas con
iniciativas ciudadanas y autogestión; modificar la Constitución y blindar los
derechos humanos, sociales y de la naturaleza, volviendo irreversible este
proceso de democratización.
Las ideas están
a flor de piel. Hay que sociabilizarlas, llevarlas a la gente, dialogar y
generar arraigo. Lo que hace falta es voluntad política y audacia. Volver a los
territorios, a los barrios, los sindicatos, las universidades, las
organizaciones de la sociedad civil, las comunidades.
Ciertamente no
debemos volver ni a la marginalidad ni a la testimonialidad. Pero tampoco podemos
restringirnos al pragmatismo (aunque debamos ser pragmáticos), no podemos hacer
lo políticamente correcto y querer dar muestra de gobernabilidad sin mostrar a
la vez que estamos dispuestos a cambiar las cosas y a generar una alternativa
para las grandes mayorías.
¿Cómo hacemos
esto? Construyendo un proyecto histórico. Que el FA deje de ser sólo una
coalición política para transformarse en una alianza social de mayorías, una
alianza entre las y los trabajadores, sectores populares, pueblos indígenas,
sectores medios y profesionales, feministas y socioambientalistas.
Ningún acuerdo
parlamentario está a la altura de los desafíos. Ser oposición no basta, hay que
ser alternativa.
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