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Frente Amplio: la tercera fuerza, 17/06/2019


     En el actual periodo, los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean con novedades y coyunturas políticas, pero no podemos olvidar las constantes de la historia reciente: pactos de gobernabilidad para sanear los resquebrajamientos del régimen neoliberal y contener las movilizaciones sociales. 

     Precisamente, el problema entre el FA y la ex Nueva Mayoría, radica en el programa y proyecto de superación del neoliberalismo, además de la composición de sus cuadros y la relación con el gran empresariado, nacional y trasnacional. En el caso del PC y el PRO, el problema es el de una política de alianza, puesto que siempre están disponibles para llegar a acuerdos con, al menos, el PS y el PPD, prestándose para sostener la gobernanza neoliberal. 

     En una columna anterior[1], a propósito de una propuesta de acuerdo parlamentario de oposición, entre el FA y la ex Nueva Mayoría, señalábamos, por un lado, las dificultades de un trabajo en conjunto entre los dos bloques, y por otro, la necesidad y la forma para que el FA se constituya en una tercera fuerza política. La obligación de abordar la misma temática surge a propósito de que, en medio del Congreso Orgánico, algunos sectores del FA han estado impulsando una política de diálogo y entendimiento entre la oposición, e incluso otros están siendo hoy impugnados por el ingreso de militantes y ex candidatos de la ex Nueva Mayoría. 

     Diálogo y entendimiento entre la oposición son clave para hacer frente al actual gobierno de derecha, sobre todo por políticas tan nefastas como Aula Segura, la modificación a la Ley Indígena, el cambio de malla curricular sobre las asignaturas de historia y educación física, entre otras. Pero la estrategia del FA para construir una mayoría política y social debe estar orientada hacia la sociedad civil, los grupos de interés y los movimientos sociales, porque sólo de allí saldrá un modelo alternativo al actual neoliberalismo. Igualmente, seguir acercándonos a actores votantes o ya politizados, sobre todo cuando son votantes o ex militantes de otros partidos y coaliciones, va a reproducir la alta abstención electoral y forjar un clima de desconfianza. 

     Tener una política de mayorías radica en generar y consolidar vínculos sociales, desplegarnos en el espacio público y comunicacional y tener un programa político que sintetice nuestras utopías con el realismo, es decir, un programa viable. El FA debe pasar de ser la tercera fuerza electoral a constituirse como la tercera fuerza política, que organice el malestar y suscite la esperanza. 

1. PROGRAMA ANTINEOLIBERAL Y VÍNCULOS SOCIALES. 

     Son dos años ya de gobierno de Sebastián Piñero (el segundo, y ambos tras gobiernos de Michelle Bachelet), donde la ex Nueva Mayoría no ha estado disponible a un programa antineoliberal, ni con el FA ni menos con los movimientos sociales, sino que sólo ha planteado acuerdos parciales de oposición parlamentaria y donde un sector, el de la DC-PR ha legislado contra la gente y a favor del gobierno de los grandes empresarios. 

     Pero que el colaboracionismo DC-PR no nos desoriente. El eje político principal del régimen neoliberal en Chile ha sido comandado por el PS-PPD. Y para seguir siéndolo deben limitar, cooptar, invalidar a las fuerzas políticas de cambio: los movimientos sociales y el FA. 

     Respecto a los movimientos sociales, la política del PS-PPD ha sido rehuirlos o, más bien, esconderse de ellos, salvo retóricamente respecto al movimiento feminista y manteniendo sus islotes y operadores en el mundo sindical. Pero, ¿cómo conectar con los movimientos socioambiental, mapuche, por la vivienda, NO+AFP, estudiantil y los sectores sindicales y feministas que se oponen al régimen, cuando ha sido la ex Concertación/Nueva Mayoría quienes han impulsado las políticas de desposesión y precariedad, endeudamiento y explotación, tanto de las personas y familias, como de las comunidades y la naturaleza? 

     Las demandas sociales, sus necesidades y anhelos, requieren de un programa antineoliberal que las fortalezca, mediante la complementariedad de los movimientos: socioambiental, feminista, estudiantil, sindical, NO+AFP, de vivienda, mapuche, además de una diversidad de grupos de interés y actores sociales. El FA debe ser el actor político-institucional que impulse tal articulación, sintetizada en el programa político-social. 

     La consigna “todos contra la derecha” y la alarma que se propaga debido a la radicalización reaccionaria y autoritaria tanto del oficialismo como de la ultraderecha de Kast, si bien tiene un grado de racionalidad, no se sostiene sino en cálculos electorales y de conservación del poder por parte de la ex Nueva Mayoría. 

     La pregunta entonces no sólo es si, ante la derechización autoritaria, se debe gobernar, aunque sea localmente (municipios) con el PS-PPD, donde ese “deber” nos pone ante la responsabilidad política y el realismo de la gobernanza, sino que también hay que preguntarse si, por un lado, se puede gobernar con la ex Nueva Mayoría, y por otro, qué clase de gobierno resultaría. ¿Sería un gobierno de las necesidades y anhelos de la gente, un gobierno de los movimientos sociales? ¿Qué programa sería la hoja de ruta, de compromisos y acciones concretas? ¿Un programa orientado a superar las políticas extractivistas que explotan los bienes comunes y despojan a las comunidades, un programa el reivindique el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas y se oriente a la construcción de un Estado plurinacional, un programa que combata la repugnante desigualdad económica, el endeudamiento, el despojo y el robo de las pensiones, un programa que bloquee el TPP impuesto por el gobierno de Bachelet y su canciller, actual presidente del PPD, Heraldo Muñoz? En definitiva: ¿el programa que la ex Nueva Mayoría, ni la DC-PR ni el PS-PPD, estuvieron ni están dispuestos a impulsar? 

     La ex Nueva Mayoría, especialmente el PS-PPD, no buscan la transformación del régimen neoliberal, sino reconstituirse nuevamente en el eje de la recomposición del sistema político, económico y cultural actualmente existente, y buscan conducir al FA con ellos. Para evitarlo, el FA debe plantearse contundentemente el fondo de su proyecto político, un programa antineoliberal y una política de alianzas con los movimientos, con generación de vínculos sociales y politización no sólo de las clases medias, sino de los sectores pobres y de la juventud. 

     La única forma de bloquear y vencer a las actuales fuerzas radicalizadas de la derechas, reaccionarias y autoritarias, es dinamizar una política de mayorías sociales. Y en cuanto al desafío electoral municipal (2020), no bastan las alianzas o pactos políticos, que incluso podrían ser perjudiciales en cuanto reproducen la desconfianza y la desesperanza, sino que se requiere la instalación del discurso y la alternativa en el espacio público y la gestación y consolidación de alianzas con los movimientos sociales y la sociedad civil, en torno a un programa antineoliberal; así como la politización de los sectores de trabajadoras y trabajadores más vulnerados, empobrecidos y despojados, explotados y endeudados, que son quienes constituyen, junto a la juventud, la actual mayoría abstencionista. 

2. UNA COALISIÓN DE MAYORÍAS. 

     La amenaza de la extrema derecha da a los antiguos partidos de la ex Nueva Mayoría una excusa para emitir cantos de sirena en torno a la unidad de los sectores “progresistas”. Pero en lo concreto, en las acciones, el PS no sólo ratifica en las elecciones internas recién pasadas (27 de mayo) a los mismos operadores políticos (tanto a nivel nacional como en los comunales), repitiéndose nombres como Mahmud Aleuy, Marcelo Schilling y José Miguel Insulza, en un proceso poco transparente que se extendió casi por tres semanas en conteo de votos, sino que en el Comité Central asumen sectores cercanos a Miguel Ángel Aguilera, alcalde de la comuna de San Ramón, que ha sido ligado a la corrupción y el narcotráfico; el PPD tiene como presidente de partido a Heraldo Muñoz, ex Canciller de Bachelet, ligado a los intereses de Estados Unidos y la imposición del TPP; y la DC y el PR llevan, en el congreso, dos años votando leyes a favor del gobierno de Piñera, el gobierno de los empresarios. El PC, por su lado, no ha realizado ninguna autocritica por su rol de contención de los movimientos sociales durante el segundo gobierno de Bachelet y su actual gestión en la CUT, y el PRO, por una inconsistencia orgánica e ideológica que lo ha constituido más como una ONG electoral que como un partido político. 

     En lo que concierne al FA, ha estado dilapidando las fuerzas sociales a cambio de un proceso de parlamentarización. Son pocas las alianzas que se han hecho en el movimiento feminista y con NO+AFP; tampoco hay mayor inserción en el mundo sindical (especialmente en el movimiento docente y de la salud); en el ámbito de las federaciones estudiantiles se han cometido sucesivos errores; se han mantenido orgánicamente aisladas del FA las luchas por la vivienda; y se ha restringido a un simple apoyo moral con el pueblo mapuche. Además, por una suerte de resquemor por parte de los movimientos sociales y de excesiva cautela por parte del FA, donde hay vínculos se sectorizan y no se politizan. 

     Actualmente, el FA se encuentra desarrollando un proceso congresal que hace hincapié en sus elementos orgánicos y en la línea política para el periodo 2019-2020, lo que le permitirá dinamizar a las y los inscritos, así como su militancia, y generar las bases para impulsar mayores vínculos sociales y articulación con los movimientos. Pero todavía no se convierte en la fuerza política influyente para transformar el régimen neoliberal. 

     Conmover e instruir, dinamizar y movilizar, organizar a las inscritas e inscritos en el Frente Amplio, así como a las y los votantes, es de suma importancia. Desde la humildad y el compromiso honesto, hay que tomar la iniciativa social, fortalecer los vínculos con los movimientos y desenvolvernos en el espacio público y comunicacional. 

     La dificultad no sólo radica en la actual parlamentarización de la política del FA. Como hemos dicho, también hay que superar las desconfianzas que existen en los movimientos sociales y que se extienden a la ciudadanía, dado los años de existencia del duopolio, despolitización y constitución de una élite política. Asimismo, el proceso congresal del FA es al mismo tiempo una potencia como una limitante, lo mismo que los distintos procesos orgánicos de cada partido, puesto que se están destinando fuerzas y recursos a procesos internos, cuando lo que se requiere es desarrollar una lógica de apertura, participación y movilización. 

     Es fundamental desarrollar al mismo tiempo una politización de lo social como una socialización de la política, o en otras palabras: instituir la centralidad de la política. No podemos tener un FA alejado de los movimientos sociales y los territorios o, en el mejor de los casos, con dirigentes del FA en los movimientos sociales, que pequen de demasiada cautela debido a la desconfianza de la ciudadanía; por lo tanto, es también imperioso enfrentar esa desconfianza y la única manera de hacerlo es con más compromiso, transparencia y acciones. Si hay que debatir, hagámoslo. Si hay que tolerar críticas, tolerémoslas con esperanza y convicción. Ante legítimas posiciones políticas, debatamos democráticamente y demostremos con acciones nuestro compromiso por transformar el actual régimen neoliberal. 

     Necesitamos un proyecto político de mayorías, capaz de generar adhesión y compromiso, movilización y organización, y ser gobiernos municipales. Y que sea, además, viable, que sintetice nuestras utopías con el realismo. Nuestra voluntad debe estar orientada a cambiar la realidad: el endeudamiento, la precariedad, el individualismo, la desposesión, el despojo, la inseguridad, la explotación, la soledad, la violencia. 

3. LA TERCERA FUERZA. 

     Estamos en la intersección de dos ciclos políticos. Lamentablemente, aún existen las fuerzas instituidas para la recomposición del duopolio. Pero también el suficiente malestar y energías sociales para modificar el régimen neoliberal. El ciclo político abierto por las movilizaciones estudiantiles de 2011, aún no se cierra, pero tampoco se consolida su impulso posneoliberal. 

     El periodo que va entre las elecciones municipales de 2020 y las nacionales de 2021 (siendo el principal momento de acumulación de fuerza electoral, junto a la gestión realizada a nivel de gobierno local), será el que cierre el ciclo político iniciado en 2011: o se abre un proyecto posneoliberal o se reestructuran las fuerzas del orden y protección del actual régimen. La responsabilidad que le toca al FA es enorme. Las energías liberadas con el movimiento estudiantil, que irradiaron varias asambleas territoriales y movimientos socioambientales, una reconstrucción del mundo sindical, el movimiento feminista y se fueron articulando con el histórico movimiento mapuche y de vivienda, podrían, en algunos casos, agotarse, como está pasando ya en el propio movimiento estudiantil. Se podría gestar, entonces, una recomposición del sistema y una incredulidad y apatía social generalizada. 

     Por supuesto que no todo se juega en lo electoral. Se han generado iniciativas de enorme avance en los movimientos sociales, comunidades y en la ciudadanía. Y muchas de estas iniciativas se resisten a ser asimiladas por la contienda electoral y construcción del FA. Pero no es lo mismo contar con gobiernos locales y parlamentarios que contribuyan al cambio social, que tener que resistir a otros que lo socavan. La correlación de fuerzas no es una cuestión de voluntad. Los horizontes se miran desde el lugar y momento presente. 

     Además, la relevancia del programa es fundamental para dinamizar las expectativas, necesidades y anhelos de la gente, incluso de los más desconfiados y suspicaces. Desde allí se deben gestar las alianzas políticas, que deben ser, primordialmente, alianzas político-sociales. Hay sectores en el FA que hacen hincapié en la necesidad de una política de mayorías, pero ponen todos sus esfuerzos en generar diálogos con los partidos de la ex Nueva Mayoría o cumplir con sus deberes institucionales (ya sea en el parlamento o en los gobiernos regionales) pero no en las comunidades o en movimientos sociales. Ni que decir de avanzar hacia esa gran mayoría abstencionista compuesta por la gente más vulnerada de la clase trabajadora y los jóvenes. 

     Las energías del FA no pueden desperdiciarse en alianzas políticas que, a su vez, generan tensiones en la misma coalición. El FA debe centrarse en la creación de un proyecto de país basado en las necesidades y anhelos de la gente y en los movimientos sociales, que sea capaz de superar las políticas neoliberales y generar un nuevo modelo de desarrollo. El FA debe ser la tercera fuerza política. 

     Si nos quedamos en una coalición electoral que impulsa una política de alianzas hacia los otros partidos fuera del FA, en vez de constituirnos en una coalición político-social con un proyecto de país, que genera una alianza con la gente y los movimientos sociales, vamos a tensionar el FA al punto de que un sector terminará dando su apoyo a la ex Nueva Mayoría en segunda vuelta y el otro volverá al discurso de los principios y testimonios. Promover las credenciales de gobernabilidad y los pactos electorales, llevará al FA a una corta vida y a fortalecer nuevamente el eje principal del régimen neoliberal en Chile: el PS-PPD. 

     Esta reflexión no se basa sólo en una cuestión de principios, sino que en la composición misma de los grupos dirigentes en el PS-PPD, en la lógica de los operadores políticos que ellos despliegan, el desinterés por las bases, la ausencia de proyecto antineoliberal, los vínculos con el gran empresariado nacional y transnacional e incluso con el poderío norteamericano. 

     Es necesario generar alianzas para hacer frente a la derechización reaccionaria y autoritaria, así como hablar y trabajar con la militancia e inscritas e inscritos de base de los partidos “progresistas” que no están en el FA. Pero si el FA sucumbe a la política de “todos contra la derecha”, la gente de base, en las juntas de vecinos, en las poblaciones, que siguen votando PS o PPD porque es parte de su cultura política y personal, no se van a fortalecer; se fortalecerán los Heraldo Muñoz, los Aleuy, los Schilling y los Insulza. Estaríamos tomando entonces… un atajo hacia el barranco. 

     Es necesario revivir la esperanza, la confianza, en la gente, en las comunidades, en los movimientos, en los actores sociales como el colegio médico y docente. E impulsar el programa propio, el proyecto posneoliberal. Habrá alianzas tácticas, diálogos parlamentarios y nos pondremos de acuerdo con las otras fuerzas progresistas cuando debamos hacer frente a la derecha, autoritaria y reaccionaria. Pero debemos actuar en positivo, con fuerza propia y programa, profundizar los vínculos en la sociedad civil y los movimientos sociales y desplegar un posicionamiento en el espacio público y comunicacional. Para el periodo 2019-2020 hemos de consolidar el FA, tener fuerza electoral, organización, proyecto y programa, identidad colectiva. La política y la capacidad de gobernar se basan en las relaciones de fuerza. No dilapidemos ni nuestras fuerzas ni nuestras potencialidades ni menos aún las esperanzas de millones de chilenas y chilenos. 


[1] Frente Amplio, oposición y ex Nueva Mayoría, 04 de abril de 2019.

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