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Esbozo para un programa comunal. 28/02/2019



               1. QUÉ PROGRAMA

Un programa político debe, en su creación misma, incorporar la participación ciudadana, especialmente la popular. No podemos impulsar un programa redactado por expertos, en oficinas, en la trama de los lobbies y sin la gente. Por el contrario, requerimos un documento discutido, corregido, mejorado y siempre abierto a dialogo y profundización. Además, sus objetivos siempre deben estar orientados al bien común, al bienestar, los derechos, a la protección de la gente y su desarrollo, incorporando a la vez la enorme diversidad de intereses e identidades. Asimismo, debe promover la participación y la responsabilidad en torno a la propia realidad de cada una y uno.

     No puede ser una lista de medidas desarticuladas, sino que debemos buscar un sentido de complementariedad. El mundo popular es complejo y diverso, pero al mismo tiempo lo aquejan problemáticas y lo motivan anhelos que se complementan unos con otros y que son transversales.

       Reflexión y acción colectiva, derechos y responsabilidades, necesidades y anhelos, beneficio y participación, estos elementos deben estar contenidos en el programa y revitalizar así la dinámica social y la vida democrática.

      Por lo demás, un programa no puede ser un papel lleno de promesas vacías, como los que suelen presentar los políticos y partidos tradicionales, sino que debe ser un compromiso vital, ético y sensible con el mundo popular, con las niñas, niños y adolescentes, adultos mayores, las y los trabajadores de nuestra patria. Se trata de un compromiso por la dignidad de nuestra gente. 

     Nuestro programa es una herramienta para empezar a dar vida, día a día, a nuestra utopía: un mundo de dignidad, derechos, trabajo, cariño, igualdad, diversión, descanso, compromiso y respeto por nuestros pueblos y la naturaleza. Por todo esto, es fundamental que esta herramienta incorpore paso a paso los mecanismos para traer nuestro horizonte al presente, a la cotidianidad. 

               2. ELABORACIÓN PARTICIPATIVA

Reflexión y acción colectiva son ejes centrales. La forma es tan importante como el fondo. Por eso, a un documento base, que motive la reflexión y el dialogo, debe seguir la creación de espació de participación y deliberación.

     Se ha de instruir, por lo tanto, a nuestras candidatas y candidatos, a los equipos y colectivos, a impulsar y generar esos espacios ciudadanos. Dichos espacios deben ser públicos, abiertos, transparentes, democráticos, con un lenguaje transversal, sin discriminación a las capacidades diferentes, sin machismo ni soberbias.

     Al documento base, se deben incorporar correcciones, perspectivas nuevas y propuestas, nuevos diagnósticos y profundización de cada temática.

   Luego de ese trabajo democrático, el texto original se debe someter a correcciones, modificaciones, profundización e integración de las nuevas ideas. Igualmente, se deben reunir más voluntades: cada vez que surjan personas con iniciativas y ganas de incorporarse, hay que sumarlas, motivarlas y empoderarlas.

     También se debe tener la capacidad de sintetizar y ordenar las propuestas según prioridades, con las formas de cumplirlas y los periodos de tiempo.

      Igualmente, hay que ser capaces de distinguir las múltiples realidades. Muchos de los problemas y anhelos son similares en el mundo popular, pero además en nuestros barrios, poblaciones y territorios, existen experiencias singulares y diversas. Corresponde, por lo tanto, expresar esas singularidades y diversidades.   

      Por todo esto, nos toca comprender que la realización y concreción del programa no es cosa sólo de la política y las instituciones. La acción social, cultural y económica de la sociedad civil ha de cumplir un rol protagónico. Por lo tanto, la creación y difusión del programa es una oportunidad para crear vínculos sociales y ciudadanía organizada.

               3. COMUNIDAD Y MUNICIPIO

Toda comunidad es diversa, aunque también construye una identidad colectiva propia. La riqueza y la pobreza, los anhelos y avatares de cada comunidad y de cada ciudad tienen que quedar muy bien reflejados en el programa, especialmente sus potenciales y capacidades productivas y creativas.

     En cada comunidad se presentan situaciones muchas veces singulares, pero por lo generar se consolidan dinámicas regulares y constantes, así como se naturalizan acciones y valores, actores y relaciones de poder, posibilidades y limitaciones.

      Cómo abrir la capacidad creativa, productiva de cada comunidad y orientarlos a mayor igualdad, derechos y democracia, es uno de los mayores desafíos. Por eso, el actor político-social debe ser parte viva de la comunidad y coexistir con sus pasiones. 

     Existen muchos actores, individuales y colectivos, con capacidades de dinamizar y revitalizar la vida de la comunidad: las dirigencias vecinales, el sindicato y las escuelas con compromiso territorial, los movimientos sociales (estudiantil, feministas), el activista o grupos de interés (animalismo, ambientalismo), los artistas y centros culturales, las comunidades indígenas, las y los comerciantes, las pymes. Sin embargo existe un actor con recursos suficientes para generar un cambio radical en la vida cotidiana de la gente: el municipio.

     A la privatización de los derechos sociales y los bienes naturales, se le puede contraponer, por medio del municipio, una serie de iniciativas de restitución de derechos, en educación, salud, trabajo, jubilación y áreas verdes. A la existencia de una sociedad enormemente injusta, se confronta con una ciudad segura, productiva, cultural, deportiva y recreativa, que promueva el desarrollo. A unas instituciones corruptas y alejadas de la ciudadanía, podemos hacer frente con mayor transparencia, abriendo las instituciones y generando nuevos espacios ciudadanos. Ante una sociedad conducida por políticos, burócratas y tecnócratas, hemos de incorporar la participación, el entusiasmo y compromiso de miles de personas empoderadas y conscientes de sus derechos y deberes.

     De este modo, el municipio debe convertirse en una herramienta de la comunidad. Por eso, entre sus iniciativas, ha de impulsar presupuestos participativos, plebiscitos y observatorios ciudadanos,  asambleas abiertas y cuentas publicas pormenorizadas.

    Claro que, como toda institución, tiene y debe tener límites, para permitir que la comunidad genere sus propias fuerzas creativas y potencie sus capacidades, también, de manera autónoma.  

     Un municipio no puede ser un mediador entre, por un lado, las políticas globales y nacionales, y por otro, la gente. La municipalidad es una herramienta de la comunidad y de la naturaleza, para su protección, estímulo y desarrollo.

    Comunidad y municipalidad deben trabajar en conjunto para generar mayor justicia, protección y participación, para hacer frente a la desigualdad y la corrupción. Mutuamente deben estimular la inteligencia y la acción colectiva y afrontar los retos de las actuales crisis, como la medioambiental, la alimentaria, de los valores, la economía y la política.

   Comunidad y municipalidad deben trabajar en conjunto para la restitución de los derechos básicos, como la vivienda, la educación, la salud, la previsión social, el transporte y el trabajo. Pero también los derechos a tener una vida digna, a la recreación sana, a un medioambiente protegido.

     Asimismo, se debe prefigurar la sociedad y la nación que queremos. La comuna, esta síntesis entre municipalidad y comunidad, ha de convertirse en un lugar donde vivamos nuestra utopía en el aquí y ahora, en la vida cotidiana. En este sentido, debemos plantearnos el desafío de ser modelos para una nación, un modelo de nueva sociedad, sin precarización ni segregación.

    Un eje central en esta utopía vivida en la cotidianidad es la creación de nuevas formas productivas y económicas. No basta con la economía de mercado, que genera crisis periódicas y enormes desigualdades. Debemos potenciar la economía de la gente, la economía familiar y  de las cooperativas, del reciclaje y la indígena.

               4. NUEVOS VALORES, NUEVAS PRÁCTICAS

Hay que crear nuevos valores y nuevas prácticas, tanto económicas como políticas y culturales, más solidarias y democráticas. Esto implica también erradicar los valores negativos como la corrupción, el individualismo y la competencia insana.

      Independiente de las edades, el género, las capacidades, la proveniencia de origen, todas y todos debemos tener oportunidades y derechos para disfrutar de una vida feliz, de una vida digna. Los vínculos sociales en todo esto son fundamentales. Cuando los vínculos sociales comienzan a desaparecer, la soledad, la tristeza, la rabia, la frustración y las enfermedades emergen. Esto es especialmente sensible en nuestros adultos mayores.  

   Estos nuevos valores y prácticas deben considerar también a la naturaleza. Cuidar el medioambiente, reducir la contaminación y el derroche de recursos y energías son responsabilidad de todas y todos. 

     Si tenemos la capacidad de ocupar nuestras potencialidades, podremos contribuir a una mejor vida y una mejor sociedad. Y cuando la iniciativa y el compromiso de una persona se juntan con la de otra, otra y de otra persona más, hasta ser miles… somos capaces de cambiar el mundo y realizar nuestras utopías.  

Comentarios

  1. Me parece un documento inspirador, general por cierto, pero inspirador, el municipio y los gobiernos locales, son hoy por hoy, una herramienta capaz de cambiar la vida de las comunidades, tal cual la expresa el texto, solo falta del compromiso de unas cuantas/muchas en la tarea...

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