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Pasado, presente y futuro, 25/09/2019


“… el contenido histórico de la esperanza, representado primeramente en imágenes, indagado enciclopédicamente en juicios reales, es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto”, Ernst Bloch.

1. EL MERCADO AUTORREGULADO.

El mercado autorregulado o economía de mercado ha significado el desarraigo de las personas en relación con sus medios de producción, transformando la fuerza de trabajo en una mercancía. Lo mismo ha hecho con las relaciones sociales y la naturaleza. La economía de mercado socava la sociedad, los valores y prácticas cotidianas.
En Chile se instaló, primero por la violencia feroz de la dictadura y luego por la legitimación de la transición a la democracia, la naturalización del mercado, sus leyes y su potestad por sobre el Estado y la sociedad civil. La propia sociedad chilena se convirtió en una sociedad de mercado. Las responsabilidades civiles, la reciprocidad, la solidaridad, se fueron desintegrando.
Se mercantilizaron los derechos, los bienes públicos, la cultura e incluso los vínculos sociales. Especialmente en nuestro país, también la Constitución Política, las leyes y las instituciones cayeron bajo su dominio. El proyecto, de carácter global, que impulsó este proceso, se denominó neoliberalismo.
Se dijo que la consecuencia de este proceso de mercantilización de la vida iba a traer prosperidad y gobernabilidad, pero el resultado ha sido otro: precarización, endeudamiento, individualismo, consumismo, segregación, competencia, abuso de poder, corrupción, desigualdad y desposesión.
Las redes de seguridad de la sociedad civil y del Estado se han desmontado. El salario, los derechos sociales, la salud, la educación, la vivienda, el transporte, la naturaleza, el espacio público, se han mercantilizado.  
Hoy, los planteamientos naturalizados del neoliberalismo se carcomen. Buscar el máximo provecho, calcular los beneficios, dejar al mercado el centro de mando de la sociedad, explotar las “ventajas comparativas”, no sólo ha traído costes enormes en las personas, comunidades y la naturaleza, sino que se han vuelto prácticas inoperantes y erradas. Las crisis económicas (crisis asiática de 1997, hipotecaria de 2007, bursátil de 2008, la caída del precio de los commodities de 2014), las efímeras e ineficaces soluciones, la actual guerra comercial entre EEUU y China, han desahuciado el neoliberalismo y planteado la necesidad de un modelo alternativo.
Otro ámbito donde el neoliberalismo ha fracasado es en el sistema político. La política quedó como un apéndice de la economía, como un simple acto administrativo de las leyes del mercado. Los políticos constituyeron su propia casta privilegiada y corrupta, gestando una trama con los grandes gremios y empresarios, principales actores de una sociedad de mercado y quienes, a su vez, se agenciaron los medios de comunicación como forma de legitimidad y control social.
De este modo, la sociedad y la naturaleza han sido acorraladas por el mercado autorregulado, por la casta política y su entramado empresarial, por las leyes e instituciones neoliberales. Pero tanto la sociedad como la naturaleza están reaccionando a este asedio voraz. La naturaleza lo hace con una multifacética crisis ambiental.  La sociedad, por su lado, de manera no menos diversa…
La reacción de la sociedad ante el acoso del mercado no es homogénea ni necesariamente bienhechora. Si bien es cierto que puede buscar mecanismos de protección, como por ejemplo más y mejores leyes, experiencias cooperativas y solidarias, reivindicaciones por los derechos sociales, también puede reaccionar –y lo ha estado haciendo– con autoritarismo, derechización, dogmatismo religioso, racismo, homofobia y chovinismo.
En una sociedad despolitizada o con un enorme sentimiento antipolítico, la vía autoritaria y derechista de la reacción de la sociedad ante la actual crisis global del sistema neoliberal, tiene mayores probabilidades de desarrollo que una vía democrática, cooperativa y solidaria.
¿Qué elementos podrían definir si la reacción de la sociedad chilena ante el acoso del mercado autorregulado será por la vía autoritaria y derechista o democrática y solidaria, y cuál es el rol y desafío que tiene el Frente Amplio ante este contexto?    

2. LA POLÍTICA NEOLIBERAL.

Que el neoliberalismo esté en crisis no quiere decir que vaya a cambiar ni mucho menos que exista una alternativa para el cambio. Es más: la crisis es una oportunidad para aumentar el despojo y la precariedad, concentrar la riqueza y expandir la desigualdad. Asimismo, en épocas de crisis, reemerge la violencia como un elemento cardinal del modo de producción capitalista.
La violencia en el Chile neoliberal tiene un rol fundamental. Fue la principal característica de la dictadura, siendo la manera de desmontar las regulaciones sociales y estatales sobre la economía. La dictadura ocupó el mecanismo de la violencia para fundar un nuevo régimen económico, político y social: el neoliberalismo.
El continuismo neoliberal de los gobiernos de la Concertación no estuvo exento de violencia, pero fue más específica y subterránea. Operó institucionalmente por medio de las fuerzas represivas, haciendo uso del monopolio de la violencia del Estado; legitimando el actuar expansionista de la gran empresa, por ejemplo minera, forestar y pesquera; o bien desde la ineficacia en torno a la delincuencia y el narcotráfico, generando focos de crimen y segregación en los sectores populares.
De este modo, por medio de la violencia, los gobiernos de la gelatinosa transición a la democracia (1990-2009), contribuyeron a la desarticulación de organizaciones políticas anticapitalistas, separación de comunidades (campesinas o indígenas) de sus medios de subsistencia, represión de movilizaciones sociales con reivindicaciones económicas y descomposición de los sectores populares urbanos.
Pero la principal forma de expansión del modelo neoliberal tras la dictadura fue por medio de la legitimidad y el consenso, actuando a través de las instituciones, la cultura, la educación, los medios de comunicación, los partidos políticos y los gremios del gran empresariado.   
El modelo neoliberal chileno ha sido en el mundo el que alcanzó mayor consenso y legitimidad y los grupos sociales dirigentes (partidos políticos del duopolio, gran empresariado y fuerzas armadas), consolidaron una hegemonía duradera…
El proyecto y la hegemonía neoliberal tienen un principio fundamental: despolitizar la política económica.  La consecuencia, por un lado, fue la tecnificación de la economía bajo las leyes del mercado autorregulado, y por otro, la separación de la política de la sociedad civil (instaurando una casta política) y la consolidación de la política como administración y gobernanza de lo existente e instituido.
Por lo tanto, se hizo desaparecer la posibilidad de pensar la política como forma de transformación social, como proyecto alternativo y capacidad de decir “no”: no a la mercantilización y privatización de los bienes públicos y los derechos sociales, no a la desigualdad económica y la precarización, no a la explotación y la desposesión.
Sin embargo, la crisis económica global, especialmente la crisis financiera de 2007-2008, clausuró la prosperidad y gobernabilidad neoliberal, exponiendo el deterioro económico, político y social que había producido.
En Chile, el crecimiento económico, basado en la explotación de los bienes públicos, en la precarización del mundo del trabajo (salarios, derechos sociales y pensiones) y el endeudamiento de la gente, se estancó. Y las políticas focalizadas o bonos sociales (en vivienda, mujeres, jubiladas y jubilados, los sectores más empobrecidos, etcétera) alcanzaron su tope.
Una serie de movilizaciones y movimientos sociales emergieron: estudiantiles, socioambientales, indígenas, feministas, por las pensiones, por la vivienda; asimismo, también los grupos de interés se fueron activando y ocupando el espacio público: animalistas, por la diversidad sexual, por la despenalización del aborto y el cannabis…
En paralelo, la coalición política dirigente que legitimó el neoliberalismo, la Concertación de Partidos por la Democracia, entró en un proceso de elitización, descomposición y corrupción. Y pasó de ser la expresión institucional de la hegemonía neoliberal a la encargada de la contención de los movimientos sociales, saneamientos de los resquebrajamientos del sistema y mantención de la gobernanza.
La derecha, por su lado, si bien había quedado rezagada a un segundo puesto en el sistema político del duopolio, tuvo el tiempo y los recursos para la formación de intelectuales, técnicos, políticos, que, al llegar su momento, se adjudicaron el poder ejecutivo del país. Pero además, asumieron el gobierno sin la deslegitimidad a la que había caído la Concertación, con una sociedad neoliberal y una institucionalidad hecha a su medida…
Conjuntamente, para la gran mayoría de la gente, la crisis del sistema quedó principalmente asociada a la casta política, en especial a la Concertación. Los poderes fàcticos del sistema quedaron invisibilizados, a saber: las responsabilidades del gran empresariado (nacional y trasnacional), los medios de comunicación, las fuerzas armadas y las leyes e instituciones mismas del neoliberalismo.
Por otro lado, las organizaciones políticas antineoliberales, no fueron capaces de consolidar un proyecto de mayoría social, una alternativa al sistema imperante. El Partido Comunista, la principal organización política de izquierda, quedaba restringida a un 5 o 7% de los votos, a un apoyo en la segunda vuelta electoral a la Concertación e incluso a ocupar, después de la expiración de la Concertación, un rol en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, el de la Nueva Mayoría. El objetivo del Partido Comunista era impulsar una serie de reformas sociales que en el desarrollo del gobierno fueron quedando mutiladas o, simplemente, en el segundo mandato de Sebastián Piñera, han sido sometidas a un proceso de reversibilidad o anulación.
La otra izquierda, la izquierda anticapitalista, no logró superar la marginalidad y la testimonialidad, reproduciendo un archipiélago de pequeñas organizaciones y ocupando el rol de la resistencia y la consigna.    
Pero el principal fenómeno de la política neoliberal, que es transversal a todo el espectro político, es la separación entre la política y la gente, entre una minoría dirigente o militante y una mayoría despolitizada.
Claro que está despolitización de la sociedad no se debe sólo al desprestigio de la política, sino que a la reproducción de razones materiales para el desapego de la ciudadanía con el mundo político: el individualismo, el consumismo, el endeudamiento, la desigualdad económica, la faranduralizacion de la cultura, la segregación del mundo popular, entre otros.
Y con la política, también se ha desprestigiado la democracia, puesto que se ha sustituido el espacio público por el espacio privado, la política por el mercado, la justicia por la ley, la ética por la técnica… El duopolio fue un modo de organizar el poder y la política con la finalidad de que no se cuestionaran los poderes fácticos, la institucionalidad y los valores neoliberales, el mercado autorregulado y la elite, teniendo como correlato la banalización de la democracia. La política en Chile ha sido impuesta por los poderes económicos, quedando la democracia restringida a simples procedimientos.
La emergencia del Frente Amplio vino a llenar un vacío de alternativa, proponer una vía de repolitización y profundización de la democracia. La contienda y dinámica política en Chile impulsó el desarrollo de los movimientos sociales y grupos de interés, donde las organizaciones y activistas de izquierda extraparlamentaria jugaron un rol cardinal. Pero ante una serie de limitaciones institucionales y culturales, si no se generaba una coalición política como el Frente Amplio, la contención o desgaste de los movimientos sociales y la recomposición de la Nueva Mayoría, hubiese seguido perpetuando el hoy fracturado duopolio.    
Las expectativas de disputa política y cambio al sistema social se acumularon en el Frente Amplio. Si bien ha habido un enorme resquemor por parte de la izquierda extraparlamentaria o de un sector de la ciudadanía, es innegable que el Frente Amplio ha ido articulando los anhelos de una mayoría social, en torno a los derechos y los bienes públicos. Más allá de los errores o tensiones internas, hubo audacia y determinación para constituir una coalición política y disputar el poder, obteniendo un enorme rendimiento electoral.
No obstante, las energías abiertas se han ido agotando, la política se ha parlamentarizado, la organización tiende a lo cupular y la recomposición del sistema político neoliberal, más allá de la desaparición del duopolio, es latente…
A esto se suma que ante la despolitización y el desprestigio de la democracia, puede ser sustituida por la emergencia de la antipolítica, del autoritarismo, el populismo de derecha, el dogmatismo religioso, el espíritu reaccionario. 
La realidad cambia de forma acelerada. La crisis no es sólo nacional, sino global y multifacética, teniendo elementos económicos, políticos, ambientales, sociales, valóricos y culturales.
Por todo esto es esencial poner en marcha una alternativa político-social, donde el Frente Amplio debiese cumplir el rol de dirección política.
Si queremos impedir la involución democrática y el retroceso político, ¿qué características debe tener el Frente Amplio y cuáles son los desafíos para los que se debe preparar? ¿Se están gestando en su interior las capacidades para limitar la corrupción, elitización y los poderes fácticos? ¿Puede el Frente Amplio impulsar una enorme movilización social, política y de pedagogía ciudadana, más allá de las disputas institucionales y electorales?
Ser alternativa y gobernar no es una cuestión ni de principios ni de rendimiento electoral. Se requiere de un programa político viable (una utopía concreta), tener la capacidad de intervenir en la correlación de fuerzas (contando con el apoyo de las mayorías sociales y una base militante significativa) y tener un proyecto país, un proyecto que supere la mercantilización y privatización de la sociedad, es decir, que haga hegemónico los derechos sociales, la protección de los bienes públicos, genere distribución de la riqueza y del poder y profundice la democracia, volviendo protagonista a las personas y comunidades.

3. FRENTE AMPLIO, SU HORIZONTE Y LA VÍA.   

Crisis financiera, movilizaciones antineoliberales, resurgimiento de los autoritarismos y populismo de derecha, una sociedad que tiene como eje articulador el libre mercado, corrupción y desprestigio de las instituciones (especialmente de los partidos políticos), reemergencia de la violencia política, anhelos de justicia y dignidad, despolitización, alta asimetría de poder, acumulación de la riqueza social, son, por nombrar algunos, los elementos a indagar y examinar, con el fin de responder a la pregunta: ¿cómo articular una alternativa a la economía y la política neoliberal?
En primer lugar, constatando la crisis del mercado autorregulado o libre mercado como forma de crear prosperidad y gobernabilidad, lo que significa que las formas de generación de la riqueza, reproducción de las condiciones de vida y desarrollo económico, deben volver a enraizarse en la propia sociedad, a través de iniciativas económicas comunitarias, cooperativas, ecológicas, indígenas, locales, productivas. 
Otra constatación debe ser la aceptación que uno de los principales anhelos de las personas, familias y comunidades, es hoy la seguridad, la protección. ¿Qué le ofrece el modelo neoliberal a las personas? Más individualismo, consumismo, endeudamiento, precarización, desposesión, desempleo… Por el contrario, derechos sociales, protección de los bienes públicos, distribución de la riqueza y del poder, forjan seguridad, protección y perspectiva de futuro, es lo que puede generar esperanza y construir una utopía concreta.  
También es fundamental impulsar una regulación del mercado, particularmente del mercado financiero, el mercado laboral y los servicios sociales. Regulación también implica planificación en los ámbitos económicos, laborales, científicos y ambientales. Se requiere que los poderes públicos tengan mayor capacidad de gestión que el ámbito privado, sin que esto signifique la anulación completa de la iniciativa privada. Y es que si hay razones para que la gente desconfié de la política, es que la política ha priorizado el mercado privado, dejando a un lado los poderes públicos y hasta a la gente misma.  
Hay que democratizar los poderes económicos, reforzar los derechos laborales y sindicales, construir una sociedad basada en el pleno empleo, reducir la jornada laboral, redistribuir la riqueza, imponer mayor transparencia y probidad en el sistema político, organizar una restructuración ecológica, dar poder a los pueblos indígenas y las comunidades, despatriarcalizar la sociedad, defender la vida.
No obstante, si queremos proponer un proyecto viable, con capacidad de generar anhelos y adherencia, voluntad y compromiso, sin duda debe seguir existiendo el mercado, vamos a seguir siendo una sociedad con mercado. Pero debemos dejar de ser una sociedad de mercado, una sociedad mercantilizada…
Hay que criticar lo existente, pero sin confundir nuestros sueños con la realidad. Porque si el Frente Amplio quiere ser una fuerza determinante, debe tener voluntad de mayoría, eso significa tener un discurso político para las mayorías, es decir, viable y responsable.
Pero también debe hacer que ese discurso tenga resonancia, adherencia, genere compromiso, construya base social y militancia. Y es que el horizonte, el proyecto, no puede separarse de los medios para su realización y desde ya hay que crear formas anticipatorias del futuro ansiado. En este sentido, la parlamentarización de la política del Frente Amplio, el abandono de los territorios, la cupularización, ha generado un desgaste innegable, que ni siquiera el Primer Congreso ha podido revertir…
Porque, si se quiere cambiar el neoliberalismo, no sólo basta con disputar el poder político y económico, sino que hay que cambiar las instituciones, las leyes, la Constitución… Pero, un proceso constituyente y una nueva Constitución Política, ¿puede ser impulsada desde los partidos políticos, el parlamento  o municipios frenteamplistas y escapar a la trampa de los poderes fácticos, de la derechización social, de los sectores reaccionarios, económicos, políticos y religiosos, que también intentaran imponer sus intereses? Un proceso constituyente, un proceso real de transformación social, sólo es posible articulando, en primer lugar, mayorías sociales, activismo, militancia, compromisos colectivos.  
Hay que construir una fuerza social, una organización abierta, diversa, democrática, participativa, de bases. Hay que construir un “sujeto político” con voluntad de mayoría y de gobierno. Y para esto se requiere un mejor orden interno, acuerdos comunes, constituirse en una coalición política y no sólo electoral, vincularse en los territorios, en los movimientos sociales.
Si no se promueve mayor debate interno, trabajo territorial, de base y, por el contrario, se apuesta sólo al poder institucional y electoral, el Frente Amplio no será la organización que se necesita para impulsar un proceso de cambio en Chile. Las elecciones no generan la lealtad y el compromiso requerido. Sólo la construcción política de base y un debate colectivo unitario lo hace.
Antes del Primer Congreso, hubo cierto pesimismo en algunas cúpulas del Frente Amplio, quienes impulsaban la necesidad generar alianzas con los partidos de la ex Nueva Mayoría, para impedir un triunfo electoral de la derecha en las próximas elecciones municipales de 2020.  La descomposición imparable de esos partidos (DC, PPD, PR y PS) –salvo del Partido Comunista–, ha descartado esa propuesta… Sin embargo, siguen quedando rastrojos de esa desesperanza cuando se prioriza sólo lo electoral e institucional.
No hay que dejar cabida al pesimismo y la pérdida de esperanza en la gente, en las grandes mayorías. La vía institucional y electoral es elemental, pero lo esencial son las alianzas y vínculos sociales, la inserción en los territorios, el compromiso con los movimientos sociales, la consolidación de la organización y la militancia.
El horizonte y la vía, el fondo y la forma, deben ser parte del proyecto. Redistribución, reciprocidad, solidaridad, no sólo son anhelos y valores a construir en la sociedad chilena, sino en el propio Frente Amplio, y para esto tenemos que estar comprometidos, tener esperanza en el proyecto y ser audaces.
Los pueblos indígenas y las feministas nos han enseñado que no basta ser anticolonialista o antipatriarcal, sino que hay que descolonizarnos y despatriarcalizarnos a nosotros mismos, a nuestras organizaciones. Así mismo debemos actuar en el Frente Amplio. No basta estar en contra de una sociedad de mercado y antidemocrática, hay que desmarcantilizarnos y democratizarnos. Hay que actuar, construir formas anticipatorias y predicar con el ejemplo.  

Comentarios

  1. Gracias por tu aporte a la reflexión, con tus textos agudos y certeros, en un momento largo de caída y descrédito de la política y la reflexión como una posibilidad. Frente a las reacciones inmediatas con respecto a lo mediato, ofrecer otra lectura es grato.

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  2. Interesante columna de este sr.
    Acusa un pensamiento crítico y realista de la política de hoy.
    y

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  3. Sin embargo,debemos poner la otra mejilla y ser cada día más consecuente con nuestro quehacer político.

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