“… el contenido histórico de la esperanza,
representado primeramente en imágenes, indagado enciclopédicamente en juicios
reales, es la cultura humana referida a su horizonte utópico concreto”, Ernst
Bloch.
1.
EL MERCADO AUTORREGULADO.
El mercado autorregulado o
economía de mercado ha significado el desarraigo de las personas en relación
con sus medios de producción, transformando la fuerza de trabajo en una
mercancía. Lo mismo ha hecho con las relaciones sociales y la naturaleza. La
economía de mercado socava la sociedad, los valores y prácticas cotidianas.
En Chile se instaló,
primero por la violencia feroz de la dictadura y luego por la legitimación de
la transición a la democracia, la naturalización del mercado, sus leyes y su
potestad por sobre el Estado y la sociedad civil. La propia sociedad chilena se
convirtió en una sociedad de mercado. Las responsabilidades civiles, la
reciprocidad, la solidaridad, se fueron desintegrando.
Se mercantilizaron los
derechos, los bienes públicos, la cultura e incluso los vínculos sociales. Especialmente
en nuestro país, también la Constitución Política, las leyes y las
instituciones cayeron bajo su dominio. El proyecto, de carácter global, que
impulsó este proceso, se denominó neoliberalismo.
Se dijo que la
consecuencia de este proceso de mercantilización de la vida iba a traer
prosperidad y gobernabilidad, pero el resultado ha sido otro: precarización,
endeudamiento, individualismo, consumismo, segregación, competencia, abuso de
poder, corrupción, desigualdad y desposesión.
Las redes de seguridad de
la sociedad civil y del Estado se han desmontado. El salario, los derechos
sociales, la salud, la educación, la vivienda, el transporte, la naturaleza, el
espacio público, se han mercantilizado.
Hoy, los planteamientos
naturalizados del neoliberalismo se carcomen. Buscar el máximo provecho,
calcular los beneficios, dejar al mercado el centro de mando de la sociedad, explotar
las “ventajas comparativas”, no sólo ha traído costes enormes en las personas,
comunidades y la naturaleza, sino que se han vuelto prácticas inoperantes y erradas.
Las crisis económicas (crisis asiática de 1997, hipotecaria de 2007, bursátil
de 2008, la caída del precio de los commodities
de 2014), las efímeras e ineficaces soluciones, la actual guerra comercial
entre EEUU y China, han desahuciado el neoliberalismo y planteado la necesidad
de un modelo alternativo.
Otro ámbito donde el
neoliberalismo ha fracasado es en el sistema político. La política quedó como
un apéndice de la economía, como un simple acto administrativo de las leyes del
mercado. Los políticos constituyeron su propia casta privilegiada y corrupta,
gestando una trama con los grandes gremios y empresarios, principales actores
de una sociedad de mercado y quienes, a su vez, se agenciaron los medios de
comunicación como forma de legitimidad y control social.
De este modo, la sociedad
y la naturaleza han sido acorraladas por el mercado autorregulado, por la casta
política y su entramado empresarial, por las leyes e instituciones
neoliberales. Pero tanto la sociedad como la naturaleza están reaccionando a
este asedio voraz. La naturaleza lo hace con una multifacética crisis
ambiental. La sociedad, por su lado, de
manera no menos diversa…
La reacción de la
sociedad ante el acoso del mercado no es homogénea ni necesariamente
bienhechora. Si bien es cierto que puede buscar mecanismos de protección, como por
ejemplo más y mejores leyes, experiencias cooperativas y solidarias, reivindicaciones
por los derechos sociales, también puede reaccionar –y lo ha estado haciendo–
con autoritarismo, derechización, dogmatismo religioso, racismo, homofobia y
chovinismo.
En una sociedad
despolitizada o con un enorme sentimiento antipolítico, la vía autoritaria y
derechista de la reacción de la sociedad ante la actual crisis global del
sistema neoliberal, tiene mayores probabilidades de desarrollo que una vía
democrática, cooperativa y solidaria.
¿Qué elementos podrían
definir si la reacción de la sociedad chilena ante el acoso del mercado
autorregulado será por la vía autoritaria y derechista o democrática y
solidaria, y cuál es el rol y desafío que tiene el Frente Amplio ante este
contexto?
2.
LA POLÍTICA NEOLIBERAL.
Que el neoliberalismo
esté en crisis no quiere decir que vaya a cambiar ni mucho menos que exista una
alternativa para el cambio. Es más: la crisis es una oportunidad para aumentar
el despojo y la precariedad, concentrar la riqueza y expandir la desigualdad.
Asimismo, en épocas de crisis, reemerge la violencia como un elemento cardinal
del modo de producción capitalista.
La violencia en el Chile
neoliberal tiene un rol fundamental. Fue la principal característica de la
dictadura, siendo la manera de desmontar las regulaciones sociales y estatales
sobre la economía. La dictadura ocupó el mecanismo de la violencia para fundar
un nuevo régimen económico, político y social: el neoliberalismo.
El continuismo neoliberal
de los gobiernos de la Concertación no estuvo exento de violencia, pero fue más
específica y subterránea. Operó institucionalmente por medio de las fuerzas
represivas, haciendo uso del monopolio de la violencia del Estado; legitimando
el actuar expansionista de la gran empresa, por ejemplo minera, forestar y
pesquera; o bien desde la ineficacia en torno a la delincuencia y el
narcotráfico, generando focos de crimen y segregación en los sectores
populares.
De este modo, por medio
de la violencia, los gobiernos de la gelatinosa transición a la democracia
(1990-2009), contribuyeron a la desarticulación de organizaciones políticas
anticapitalistas, separación de comunidades (campesinas o indígenas) de sus
medios de subsistencia, represión de movilizaciones sociales con
reivindicaciones económicas y descomposición de los sectores populares urbanos.
Pero la principal forma
de expansión del modelo neoliberal tras la dictadura fue por medio de la
legitimidad y el consenso, actuando a través de las instituciones, la cultura,
la educación, los medios de comunicación, los partidos políticos y los gremios
del gran empresariado.
El modelo neoliberal
chileno ha sido en el mundo el que alcanzó mayor consenso y legitimidad y los
grupos sociales dirigentes (partidos políticos del duopolio, gran empresariado
y fuerzas armadas), consolidaron una hegemonía duradera…
El proyecto y la
hegemonía neoliberal tienen un principio fundamental: despolitizar la política
económica. La consecuencia, por un lado,
fue la tecnificación de la economía bajo las leyes del mercado autorregulado, y
por otro, la separación de la política de la sociedad civil (instaurando una
casta política) y la consolidación de la política como administración y
gobernanza de lo existente e instituido.
Por lo tanto, se hizo
desaparecer la posibilidad de pensar la política como forma de transformación
social, como proyecto alternativo y capacidad de decir “no”: no a la mercantilización
y privatización de los bienes públicos y los derechos sociales, no a la
desigualdad económica y la precarización, no a la explotación y la desposesión.
Sin embargo, la crisis
económica global, especialmente la crisis financiera de 2007-2008, clausuró la
prosperidad y gobernabilidad neoliberal, exponiendo el deterioro económico,
político y social que había producido.
En Chile, el crecimiento
económico, basado en la explotación de los bienes públicos, en la precarización
del mundo del trabajo (salarios, derechos sociales y pensiones) y el
endeudamiento de la gente, se estancó. Y las políticas focalizadas o bonos sociales
(en vivienda, mujeres, jubiladas y jubilados, los sectores más empobrecidos,
etcétera) alcanzaron su tope.
Una serie de
movilizaciones y movimientos sociales emergieron: estudiantiles,
socioambientales, indígenas, feministas, por las pensiones, por la vivienda;
asimismo, también los grupos de interés se fueron activando y ocupando el
espacio público: animalistas, por la diversidad sexual, por la despenalización
del aborto y el cannabis…
En paralelo, la coalición
política dirigente que legitimó el neoliberalismo, la Concertación de Partidos
por la Democracia, entró en un proceso de elitización, descomposición y
corrupción. Y pasó de ser la expresión institucional de la hegemonía neoliberal
a la encargada de la contención de los movimientos sociales, saneamientos de
los resquebrajamientos del sistema y mantención de la gobernanza.
La derecha, por su lado,
si bien había quedado rezagada a un segundo puesto en el sistema político del
duopolio, tuvo el tiempo y los recursos para la formación de intelectuales,
técnicos, políticos, que, al llegar su momento, se adjudicaron el poder
ejecutivo del país. Pero además, asumieron el gobierno sin la deslegitimidad a
la que había caído la Concertación, con una sociedad neoliberal y una institucionalidad
hecha a su medida…
Conjuntamente, para la
gran mayoría de la gente, la crisis del sistema quedó principalmente asociada a
la casta política, en especial a la Concertación. Los poderes fàcticos del
sistema quedaron invisibilizados, a saber: las responsabilidades del gran
empresariado (nacional y trasnacional), los medios de comunicación, las fuerzas
armadas y las leyes e instituciones mismas del neoliberalismo.
Por otro lado, las
organizaciones políticas antineoliberales, no fueron capaces de consolidar un
proyecto de mayoría social, una alternativa al sistema imperante. El Partido
Comunista, la principal organización política de izquierda, quedaba restringida
a un 5 o 7% de los votos, a un apoyo en la segunda vuelta electoral a la
Concertación e incluso a ocupar, después de la expiración de la Concertación,
un rol en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, el de la Nueva Mayoría. El
objetivo del Partido Comunista era impulsar una serie de reformas sociales que
en el desarrollo del gobierno fueron quedando mutiladas o, simplemente, en el
segundo mandato de Sebastián Piñera, han sido sometidas a un proceso de
reversibilidad o anulación.
La otra izquierda, la
izquierda anticapitalista, no logró superar la marginalidad y la
testimonialidad, reproduciendo un archipiélago de pequeñas organizaciones y ocupando
el rol de la resistencia y la consigna.
Pero el principal
fenómeno de la política neoliberal, que es transversal a todo el espectro
político, es la separación entre la política y la gente, entre una minoría
dirigente o militante y una mayoría despolitizada.
Claro que está
despolitización de la sociedad no se debe sólo al desprestigio de la política,
sino que a la reproducción de razones materiales para el desapego de la
ciudadanía con el mundo político: el individualismo, el consumismo, el
endeudamiento, la desigualdad económica, la faranduralizacion de la cultura, la
segregación del mundo popular, entre otros.
Y con la política,
también se ha desprestigiado la democracia, puesto que se ha sustituido el
espacio público por el espacio privado, la política por el mercado, la justicia
por la ley, la ética por la técnica… El duopolio fue un modo de organizar el
poder y la política con la finalidad de que no se cuestionaran los poderes fácticos,
la institucionalidad y los valores neoliberales, el mercado autorregulado y la
elite, teniendo como correlato la banalización de la democracia. La política en
Chile ha sido impuesta por los poderes económicos, quedando la democracia
restringida a simples procedimientos.
La emergencia del Frente
Amplio vino a llenar un vacío de alternativa, proponer una vía de
repolitización y profundización de la democracia. La contienda y dinámica
política en Chile impulsó el desarrollo de los movimientos sociales y grupos de
interés, donde las organizaciones y activistas de izquierda extraparlamentaria
jugaron un rol cardinal. Pero ante una serie de limitaciones institucionales y
culturales, si no se generaba una coalición política como el Frente Amplio, la
contención o desgaste de los movimientos sociales y la recomposición de la
Nueva Mayoría, hubiese seguido perpetuando el hoy fracturado duopolio.
Las expectativas
de disputa política y cambio al sistema social se acumularon en el Frente
Amplio. Si bien ha habido un enorme resquemor por parte de la izquierda
extraparlamentaria o de un sector de la ciudadanía, es innegable que el Frente
Amplio ha ido articulando los anhelos de una mayoría social, en torno a los
derechos y los bienes públicos. Más allá de los errores o tensiones internas,
hubo audacia y determinación para constituir una coalición política y disputar
el poder, obteniendo un enorme rendimiento electoral.
No obstante, las
energías abiertas se han ido agotando, la política se ha parlamentarizado, la
organización tiende a lo cupular y la recomposición del sistema político
neoliberal, más allá de la desaparición del duopolio, es latente…
A esto se suma
que ante la despolitización y el desprestigio de la democracia, puede ser
sustituida por la emergencia de la antipolítica, del autoritarismo, el
populismo de derecha, el dogmatismo religioso, el espíritu reaccionario.
La realidad
cambia de forma acelerada. La crisis no es sólo nacional, sino global y
multifacética, teniendo elementos económicos, políticos, ambientales, sociales,
valóricos y culturales.
Por todo esto es esencial poner en marcha una alternativa político-social, donde el
Frente Amplio debiese cumplir el rol de dirección política.
Si queremos
impedir la involución democrática y el retroceso político, ¿qué características
debe tener el Frente Amplio y cuáles son los desafíos para los que se debe
preparar? ¿Se están gestando en su interior las capacidades para limitar la
corrupción, elitización y los poderes fácticos? ¿Puede el Frente Amplio
impulsar una enorme movilización social, política y de pedagogía ciudadana, más
allá de las disputas institucionales y electorales?
Ser alternativa
y gobernar no es una cuestión ni de principios ni de rendimiento electoral. Se
requiere de un programa político viable (una utopía concreta), tener la
capacidad de intervenir en la correlación de fuerzas (contando con el apoyo de
las mayorías sociales y una base militante significativa) y tener un proyecto
país, un proyecto que supere la mercantilización y privatización de la
sociedad, es decir, que haga hegemónico los derechos sociales, la protección de
los bienes públicos, genere distribución de la riqueza y del poder y profundice
la democracia, volviendo protagonista a las personas y comunidades.
3. FRENTE AMPLIO, SU
HORIZONTE Y LA VÍA.
Crisis financiera,
movilizaciones antineoliberales, resurgimiento de los autoritarismos y
populismo de derecha, una sociedad que tiene como eje articulador el libre
mercado, corrupción y desprestigio de las instituciones (especialmente de los
partidos políticos), reemergencia de la violencia política, anhelos de justicia
y dignidad, despolitización, alta asimetría de poder, acumulación de la riqueza
social, son, por nombrar algunos, los elementos a indagar y examinar, con el
fin de responder a la pregunta: ¿cómo articular una alternativa a la economía y
la política neoliberal?
En primer lugar,
constatando la crisis del mercado autorregulado o libre mercado como forma de
crear prosperidad y gobernabilidad, lo que significa que las formas de
generación de la riqueza, reproducción de las condiciones de vida y desarrollo
económico, deben volver a enraizarse en la propia sociedad, a través de
iniciativas económicas comunitarias, cooperativas, ecológicas, indígenas,
locales, productivas.
Otra constatación debe
ser la aceptación que uno de los principales anhelos de las personas, familias
y comunidades, es hoy la seguridad, la protección. ¿Qué le ofrece el modelo
neoliberal a las personas? Más individualismo, consumismo, endeudamiento,
precarización, desposesión, desempleo… Por el contrario, derechos sociales,
protección de los bienes públicos, distribución de la riqueza y del poder, forjan
seguridad, protección y perspectiva de futuro, es lo que puede generar
esperanza y construir una utopía concreta.
También es fundamental
impulsar una regulación del mercado, particularmente del mercado financiero, el
mercado laboral y los servicios sociales. Regulación también implica
planificación en los ámbitos económicos, laborales, científicos y ambientales.
Se requiere que los poderes públicos tengan mayor capacidad de gestión que el
ámbito privado, sin que esto signifique la anulación completa de la iniciativa
privada. Y es que si hay razones para que la gente desconfié de la política, es
que la política ha priorizado el mercado privado, dejando a un lado los poderes
públicos y hasta a la gente misma.
Hay que democratizar los poderes económicos, reforzar los derechos
laborales y sindicales, construir una sociedad basada en el pleno empleo, reducir
la jornada laboral, redistribuir la riqueza, imponer mayor transparencia y
probidad en el sistema político, organizar una restructuración ecológica, dar
poder a los pueblos indígenas y las comunidades, despatriarcalizar la sociedad,
defender la vida.
No obstante, si queremos
proponer un proyecto viable, con capacidad de generar anhelos y adherencia,
voluntad y compromiso, sin duda debe seguir existiendo el mercado, vamos a
seguir siendo una sociedad con mercado. Pero debemos dejar de ser una sociedad
de mercado, una sociedad mercantilizada…
Hay que criticar lo
existente, pero sin confundir nuestros sueños con la realidad. Porque si el
Frente Amplio quiere ser una fuerza determinante, debe tener voluntad de
mayoría, eso significa tener un discurso político para las mayorías, es decir,
viable y responsable.
Pero también debe hacer
que ese discurso tenga resonancia, adherencia, genere compromiso, construya base
social y militancia. Y es que el horizonte, el proyecto, no puede separarse de
los medios para su realización y desde ya hay que crear formas anticipatorias
del futuro ansiado. En este sentido, la parlamentarización de la política del
Frente Amplio, el abandono de los territorios, la cupularización, ha generado
un desgaste innegable, que ni siquiera el Primer Congreso ha podido revertir…
Porque, si se quiere
cambiar el neoliberalismo, no sólo basta con disputar el poder político y
económico, sino que hay que cambiar las instituciones, las leyes, la
Constitución… Pero, un proceso constituyente y una nueva Constitución Política,
¿puede ser impulsada desde los partidos políticos, el parlamento o municipios frenteamplistas y escapar a la
trampa de los poderes fácticos, de la derechización social, de los sectores
reaccionarios, económicos, políticos y religiosos, que también intentaran
imponer sus intereses? Un proceso constituyente, un proceso real de
transformación social, sólo es posible articulando, en primer lugar, mayorías
sociales, activismo, militancia, compromisos colectivos.
Hay que construir una fuerza social, una
organización abierta, diversa, democrática, participativa, de bases. Hay que construir un “sujeto político” con voluntad de
mayoría y de gobierno. Y para esto se requiere un mejor orden interno, acuerdos
comunes, constituirse en una coalición política y no sólo electoral, vincularse
en los territorios, en los movimientos sociales.
Si no se promueve mayor
debate interno, trabajo territorial, de base y, por el contrario, se apuesta sólo
al poder institucional y electoral, el Frente Amplio no será la organización
que se necesita para impulsar un proceso de cambio en Chile. Las elecciones no
generan la lealtad y el compromiso requerido. Sólo la construcción política de
base y un debate colectivo unitario lo hace.
Antes del Primer
Congreso, hubo cierto pesimismo en algunas cúpulas del Frente Amplio, quienes
impulsaban la necesidad generar alianzas con los partidos de la ex Nueva
Mayoría, para impedir un triunfo electoral de la derecha en las próximas
elecciones municipales de 2020. La
descomposición imparable de esos partidos (DC, PPD, PR y PS) –salvo del Partido
Comunista–, ha descartado esa propuesta… Sin embargo, siguen quedando rastrojos
de esa desesperanza cuando se prioriza sólo lo electoral e institucional.
No hay que dejar cabida
al pesimismo y la pérdida de esperanza en la gente, en las grandes mayorías. La
vía institucional y electoral es elemental, pero lo esencial son las alianzas y
vínculos sociales, la inserción en los territorios, el compromiso con los
movimientos sociales, la consolidación de la organización y la militancia.
El horizonte y la vía, el fondo y la forma, deben
ser parte del proyecto. Redistribución, reciprocidad, solidaridad, no sólo son
anhelos y valores a construir en la sociedad chilena, sino en el propio Frente
Amplio, y para esto tenemos que estar comprometidos, tener esperanza en el
proyecto y ser audaces.
Los pueblos indígenas y las feministas nos
han enseñado que no basta ser anticolonialista o antipatriarcal, sino que hay
que descolonizarnos y despatriarcalizarnos a nosotros mismos, a nuestras
organizaciones. Así mismo debemos actuar en el Frente Amplio. No basta estar en
contra de una sociedad de mercado y antidemocrática, hay que desmarcantilizarnos
y democratizarnos. Hay que actuar, construir formas anticipatorias y predicar
con el ejemplo.
Gracias por tu aporte a la reflexión, con tus textos agudos y certeros, en un momento largo de caída y descrédito de la política y la reflexión como una posibilidad. Frente a las reacciones inmediatas con respecto a lo mediato, ofrecer otra lectura es grato.
ResponderEliminarInteresante columna de este sr.
ResponderEliminarAcusa un pensamiento crítico y realista de la política de hoy.
y
Sin embargo,debemos poner la otra mejilla y ser cada día más consecuente con nuestro quehacer político.
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